En la primera clase intentamos determinar el origen del homo sapiens a la luz de la paleoantropología o antropología física. La siguiente se inició tratando de contestar la siguiente pregunta: ¿el conjunto de funciones biológicas en el ser humano son suficientes para explicar la totalidad de su comportamiento? Para responder esta cuestión rastreamos en la historia de la filosofía deteniéndonos en las escuelas o autores que habían postulado entidades diferentes de las físicas o biológicas. Así descubrimos entidades como el alma, el yo o la mente, teorías dualistas o monistas, materialistas o espiritualistas hasta llegar finalmente a los últimos avances de la neurología. Como reconoce la misma ciencia queda aún muchísimo por descubrir acerca de la naturaleza y funciones del cerebro y, de momento, a falta de datos comprobables no tenemos más remedio que guiarnos en la investigación por la reflexión a partir de los datos conocidos. Tratamos en la misma clase de acercarnos al mundo de los afectos, las emociones y los sentimientos. Descubrimos una importantísima base fisioquímica responsable de los mismos y nos preguntábamos al final si en un afán reduccionista podríamos quedarnos en esa química de los afectos como explicación única.
A propósito de lo anterior, recordemos los tres últimos versos del famoso soneto de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte” que puede leerse completo en el anexo de esta entrada.
[…]
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Desde luego, Quevedo piensa que el amor, que trasciende la vida, es algo más que la química del cuerpo.
La siguiente clase va a tratar del comportamiento, por tanto, nos adentraremos en los terrenos de la psicología. Qué son y cómo se explican los comportamientos aprendidos, qué es la inteligencia, qué papel tiene el lenguaje. Añado en el enlace un guión de la clase con algún otro material que utilizaremos. TextosComportamiento
P.D. Hoy, domingo 3 de noviembre, aparece en El País la reseña del premio de ensayo a la filósofa Victoria Camps por su libro «El gobierno de las emociones». Trata de una cuestión que tratamos en la última clase. ¿Hasta qué punto las emociones y sentimientos son autónomos o pueden gobernarse desde la razón? Se puede leer la reseña en esta dirección de internet:
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/10/31/actualidad/1351688087_452340.html
El párrafo de Ortega y Gasset es una réplica a la española del famoso párrafo de Descartes, donde expone su “Yo Pienso, luego Existo”, que realmente, creo, se debería haber traducido por “Yo Dudo, luego Soy”.
Se puede asumir la interacción radical (coexistencia en palabras de O. y G.) entre el yo y el mundo, donde el yo se va conformando conforme se conforma el mundo a través del yo. No obstante esto no es suficiente para explicar al Hombre, pues esa afirmación puede ser válida para la mayoría de los animales, al menos para los mamíferos superiores.
Siguiendo el hilo conductor de O. y G., el factor diferenciador del Hombre, habría que buscarlo en la consideración de que el yo forma parte del mundo, así pues tenemos una dualidad superior, por un lado el yo consciente y por otro el yo existente o coexistente, formado por una síntesis de yo y mundo. Siendo el auténtico factor diferenciador de la especie humana con respecto al resto de especies conocidas el hecho del yo consciente, es decir un yo consciente no solo de su coexistencia sino también de sí mismo como coexistente.
Para llegar a este nivel de conciencia se han tenido que lograr innumerables hitos evolucionistas, el más destacado el lenguaje, que ha potenciado el pensamiento hasta lograr que el sujeto y el objeto se confunda en una única unidad.
En la clase del otro día se expuso con razón las limitaciones del concepto de INTELIGENCIA. ¿Deberíamos abandonar en Psicología el concepto de INTELIGENCIA?
Existe una fuerte tendencia en Psicología a abandonar el concepto de Inteligencia, debido a lo corto de su recorrido y por haber agotado todo su potencial sin haber realizado grandes aportaciones al avance psicológico y haber llevado a la Psicología Cognitiva a un callejón sin salida, a pesar de loables intentos como el de “Inteligencia Emocional” o “Inteligencia Creativa”.
Y el concepto que empieza a suplantarle con fuerza y éxito es el de Talento, entendido como la capacidad para establecer objetivos idóneos y como rendimiento en la consecución de dichos objetivos.
Podemos descomponer el Talento en tres partes:
1.- Conocimiento: información ordenada disponible para su uso y utilización, adquirida a través de la educación, la formación y la experiencia.
2.- Competencia: capacidades y habilidades, devenidas en comportamientos, que generan un desempeño exitoso en el establecimiento de objetivos y en su consecución.
3.- Motivación: estado emocional que genera energía interna para el establecimiento de objetivos adecuados y su consecución, conseguido a través del logro de resultados, la pertenencia a grupos y la administración del poder (McClelland).
Los tres componentes de la ecuación del Talento tienen una doble vertiente:
• Genética como capacidad máxima alcanzable y
• Cultural como desarrollo y potenciación de la capacidad genética.
Hay que hablar de dos tipos de Talentos, en función del número de sujetos:
• Individual, referido a un solo individuo.
• Colectivo, referido a una organización, grupo o sociedad.
Finalmente, comentar que la forma de medir el Talento no es a través de test ni herramientas similares, sino a través de:
1. La observación de la conducta, entendiendo como conducta aquello que una persona hace (hechos) y dice (lenguaje verbal y no verbal), NO aquello que una persona desea hacer o decir o que piensa que debería hacer o decir.
2. Los resultados obtenidos.